“El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor”


“El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor”


Proverbios 16, 9

            Hace una semana llegó el momento de la ordenación del grupo con el que me hubiera convertido en sacerdote. Fue un momento de gran alegría para mí. Confío en que cada uno de ellos serán buenos sacerdotes y tendrán un corazón dispuesto a servir a toda persona que encuentren. Estoy muy feliz por ellos, y deseo que tengan mucho éxito en los trabajos pastorales que realicen. Cada uno de ellos llega al sacerdocio con su propia historia, teniendo en cuenta sus penas y alegrías, las cuales pusieron ante Dios como ofrenda al postrarse en el presbiterio de la catedral. Al entregarse completamente a Dios, ellos han recibido el sacramento del sacerdocio, y como usualmente digo, poseen una llave para entrar en el corazón de cada una persona y conocer su alma.
En medio de tanta felicidad, no faltaron los comentarios de muchas personas y preguntaban cómo me sentía. Algunos me decían – “Ahí estuvieras.” Algunos otros comentaban, “Ya te hubieras ordenado sacerdote.” Yo mismo me sorprendí cuando miré a mis amigos entrar a catedral. Quise imaginarme y pensar en cómo hubiera sido, pero caí en la cuenta de que mi felicidad por ellos era muy honesta, y la paz que siento con las decisiones que he tomado es realmente la paz que se obtiene cuando nuestra voluntad está en sintonía con la de Dios. Es por eso que he decidido escribir un poco sobre la decisión de haber dejado el seminario, y los frutos de dicha. No puedo negar que cuando entré al seminario, anhelaba que se llegara el 2019 – el año de recibir el sacramento del Orden Sacerdotal. Sin embargo, me he dado cuenta de que mi inmaduro corazón había trazado su rumbo, pero Dios terminó dirigiendo mis pasos y lo sigue haciendo hasta este momento.
La decisión de dejar el seminario no fue fácil, y tampoco vino rápidamente. Me tomó cerca de un año en afirmar mis intenciones y ordenar mis pensamientos. Escuché las opiniones de varios sacerdotes, formadores y amigos seminaristas, y las tomé en cuenta. Fue de mucha ayuda tener diferentes opiniones sobre este proceso de discernimiento. Sin embargo, aun escuchando todas estas, descubrí que era de mucha importancia escuchar mi corazón y la voz de Dios. Cabe mencionar que mientras se afirmaba mi decisión a través del discernimiento y la oración, el miedo me acompañaba. Tenía mucho miedo de salir de lo que conocía a la realidad del mundo. Me invadía la duda y me preguntaba: ¿Para que soy bueno? ¿En qué voy a trabajar? ¿Voy a tener éxito? ¿Qué es lo que busco? ¿Qué tal si descubro que Dios me llama hacia otra forma de vida? ¿Qué pasara si descubro que Dios realmente me llama al sacerdocio? Pero seguí firme en mi decisión y lo confirmaba en el silencio de la oración. Algunas personas me retaron y pusieron en duda mi discernimiento, pero confié en que Dios me estaba hablando a mí y no a ellos. Aunque agradecía que me retaran, pensaba en que, si ese reto era de Dios, Él mismo me lo comunicaría en la oración. Constantemente le preguntaba al Señor si esto era lo que quería, y en el silencio de la oración escuchaba su voz serena diciéndome que sí.
            Un día, mientras estábamos en Misa en la capilla del seminario, volteé a ver todo lo que pasaba, y recuerdo que viendo a los sacerdotes entendí que el sacerdocio es realmente un regalo. Entendí que el sacerdocio no era mío sino de Jesús, y por lo tanto, Él en su sabiduría conocía el momento para darme dicho regalo siempre y cuando ese fuese mi destino. En ese momento sentí mucha paz por la decisión que había tomado. Descubrí que todo es un regalo de Dios, y sus regalos siempre conducen a la felicidad. Decir no al seminario me ha llevado a clarificar mi mente y entender que los caminos de Dios te llevan a la autenticidad. Decir no al seminario me ha llevado a saber responder con mas firmeza a lo que Dios me pide. 

El Momento de Salir al Mundo:

Las últimas dos semanas en el seminario, mientras estudiaba para los exámenes finales, también estaba teniendo entrevistas de trabajo en diferentes funerarias. El tiempo era oro y al dejar el seminario, Dios ya me había bendecido con un trabajo. Fui contratado en una funeraria en la Ciudad de Montebello, CA. Siempre me había llamado la atención trabajar en una funeraria, y vi cómo la experiencia pastoral me ayudaría demasiado en servir a los dolientes. La semana después de haber dejado el seminario ya comenzaba a trabajar. La funeraria estaba un poco lejos de donde vivía, pero la vida requiere sacrificios. De hecho, sacrificar algo siempre da lugar para obtener algo mucho mejor, y esto experimentaba. Al poco de unas semanas, comenzaba a apreciar la gran bendición de haber estado en el seminario. Los retos de vivir la vida de la mayoría de las personas me llevaban a apreciar las ventajas con las que vivía antes. Ahora me preocupaba por tener techo y comida. Ahora era mi tarea buscar un lugar para vivir, y no fue nada fácil encontrarlo. Después tuve que tomar la decisión de buscar otro trabajo con menos distancia a donde vivía, y con más horas laborales para poder pagar la renta y otras cosas necesarias. La vida se presentaba de otra manera para mí, pero tenía que seguir viviéndola y amándola. 
No ha sido fácil, pero por eso mismo veo mi vida y me siento agradecido. Dios me ha bendecido. En estos tres años, he aprendido varias cosas que tal vez no las hubiera conocido en el seminario. Por esta razón, estoy feliz y muy contento. No tengo ningún arrepentimiento porque Dios ha estado conmigo, y todo ha sido en sintonía con su santa voluntad. Los primeros meses fueron muy difíciles en asimilar esta nueva realidad de mi vida. Ya no era seminarista, pero eso no me quitaba el hecho de que seguía siendo hijo de Dios. El seminario me había dado una formación concreta, y aunque esta nueva etapa de mi vida era diferente, no dejaba de ser una experiencia formativa. Conocer la realidad de las personas a las que quería, y sigo sirviendo, me ha llevado a aceptar que tengo la misma condición humana. Ahora entiendo que no importa si haya estado en el seminario y hubiera llegado a ser sacerdote, la fragilidad humana sigue estando ahí. En eso somos similares. La fragilidad llega a nuestra vida, y esta experiencia me ha llevado a encontrar caminos de asimilación. Puedo resumir en breve las tres áreas en las que esta decisión se ha vuelto bendición para mi vida: Aceptar que la vida viene con fragilidad, haber encontrado y conocido el amor, y abrir mi mente al Dios poderoso y amoroso en el que creo.

a)     La Fragilidad de la Vida.

¡Todos somos frágiles! ¡Soy frágil! No importa el estatus social que tenga, he aceptado que soy frágil y no hay nada en este mundo que pueda quitar esta realidad de mi vida. Muchas veces en el seminario pensaba que no habría nada que pudiera quitar el celo pastoral que llevaba en mi corazón – ni la enfermedad, ni el cansancio y mucho menos el llanto. Pero estaba muy equivocado. He tenido que aceptar que soy frágil. Cuando trabaja en la funeraria, miraba como cada cuerpo que llegaba te presentaba con una situación única. Cada caso poseía su propia historia de la vida, pero algo que miré fue que en todas las historias había momentos de fragilidad. En cada historia había momentos de necesidad, y eso es parte de nuestra realidad humana. Sin embargo, al aceptar esos momentos de fragilidad, estos mismos se vuelven canales de gracia y a través de ellos he podido voltear a Dios y a algunas personas para pedir ayuda. A través de esta fragilidad he podido crecer. He llegado a la aceptación de que, en esta vida, nuestra fragilidad es uno de los signos más convincentes de que nuestra estancia en este mundo es pasajera. De acuerdo con mi fe, he podido ver que la fragilidad es señal de mi pertenencia a Dios, y que lo que viene posterior a esta vida será mucho mejor. Esto lo he experimentado en mi propia vida, y le doy gracias a Dios por haberme dejado ver mis heridas para voltear hacia su gracia y pedir sanidad. En muchos momentos me he sentido necesitado, pero para seguir adelante, he tenido que aceptar el hecho de mi vulnerabilidad.

b)     El Amor.

Durante este tiempo me he enamorado. He vivido la intensidad del amor hacia una persona – algo que verdaderamente te enriquece espiritual y emocionalmente. Enamorarme ha sido una experiencia que realmente ha venido de Dios, y no solo enamorarme, pero tener la libertad de vivir este amor. No ha sido fácil estar en una relación, pues amar a alguien requiere de mucho trabajo y disposición. Me he dado cuenta de que el amor duele, pero aun así ha traído vida y sentido a mi existencia. La relación deamor ha sido como un espejo que ha reflejado mis virtudes y también mis limitaciones. Esto fue algo complicado porque tuve que aceptar que el amor no tiene que ser perfecto sino sincero. Para mí, que estaba acostumbrado a una vida célibe, fue arduo entrar en este ritmo de la relación. Me he dado cuenta de que el amor duele bastante, y que seguir cualquier vocación es un acto de amor. San Pablo dice que si nos falta el amor nada somos, y precisamente que he aprendido fuera del seminario. No podía amar más a esta persona sino aprendía a amarme a mí mismo, ver mis heridas, virtudes y limitaciones y aceptarme. Amarme para poder amar a esta hermosa persona que Dios habia puesto en mi camino. De esta manera mi vida obtuvo sentido fuera del seminario.
            Una relación también requiere saber adaptarse a la persona y viceversa. Tuve dificultad con esto porque como ya mencioné, estaba acostumbrado a tener mi propio ritmo de vida. Sin embargo, el entendimiento mutuo hace la diferencia cuando este reto se presenta. Ella y yo entendíamos nuestra situación, aunque muchas veces nos retábamos uno al otro para estar en mejor sintonía… (bueno, yo era más necio para esto que ella). Descubrí que una relación no debe de cambiar totalmente quien eres, sino al contrario – una relación de amor tiene que ayudarte a ser la mejor versión de ti. Y quisiera reiterar que esto puede ser muy difícil si no hay entendimiento mutuo. Aprendí a que esta persona tiene que ser tu mejor amiga, tu confidente, aunque tuvimos mucha dificultad en establecer la confianza. Sin embargo, el amor cambia todo y, cuando es sincero, hace que haya esa voluntad de amar en su totalidad. Ultimadamente, el amor verdadero es un sacrificio, así como el de la cruz. Así como este amor le dio nuevo significado a la cruz, el amor verdadero y sincero cambia todo reto de una relación en oportunidad de amar con sinceridad y de crecer para lograr ser la mejor version de ti. No hubiera aprendido esto si Dios no me hubiese llevado por este camino.  Esta relación de amor me ha mostrado que el amor verdadero aprende a buscar y trabajar por el bienestar de la otra persona. El verdadero amor aprende a dejar ir, aun cuando el dolor es fuerte. Sin embargo, ese amor encuentra paz y satisfacción en saber que la otra persona esta alcanzando su verdadero potencial en otro lugar y con otra persona. Esto es difícil, pero trae vida. Esto es doloroso, pero trae paz. Aunque no haya seguido este camino de amor, ahora entiendo lo que Dios me hizo aprender - Que el amor duele, y que el amor verdadero se sacrifica por el bienestar de la otra persona. El verdadero amor cambia todo. 

c)     Dios Ha Abierto Mi Mente. 
           
               Bendito sea Dios. Este Dios en el que creo no tiene límites, pero nosotros los humanos somos muy limitados. Mi mente estaba muy cerrada y miraba el mundo solo a través de los ojos de la religión. Aprendí que esto es muy diferente a ver el mundo con los ojos de fe. Claro, soy parte de la Iglesia y creo firmemente en la revelación de Dios ha dado a esta comunidad de fe a la que pertenezco, pero las experiencias me han formado a ver con los ojos de la fe. Creo que ver con los ojos de la fe significa que tengo que lo que Dios ve en mí y en los demás – su creación…sus hijos e hijas. Cuando trabaje en la funeraria y ahora como capellán en el hospital he aprendido que la ve une y va más allá de la religión. En la funeraria y en el hospital he visto como dejamos que la diferencia religiosa nos divida. Cuando va a comenzar el rosario durante el velorio, algunas personas se salen porque no practican la fe católica. Cuando llego a visitar a un enfermo que no es católico, muchas veces se siente la falta de bienvenida a través del lenguaje corporal. Lamentablemente, yo dejaba muchas veces que la diferencia religiosa nos dividiera, pero he aprendido que la fe nos debe de unir en oración hacia el mismo Dios. Claro, debe de haber un respeto, pero esto no quiere decir que Dios tenga límites. Al contrario, Dios es Dios y seguirá siéndolo. Esto toma amor a Dios, porque cuando amamos a Dios en mente y corazón, nada que viene de Él puede dividirnos. Lo mas triste es que hay una división dentro de la misma Iglesia. Hay sacerdotes y feligreses divididos por causa de ideologías que son confundidas con expresiones de fe. Hay sacerdotes y feligreses que promueven desigualdad limitan las abundantes gracias provenientes de Dios a un solo aspecto. Me he dado cuenta de que cuando Dios realmente es puesto en el centro y se le deja hacer su obra, uno se vuelve instrumento de unidad y no de división. Varias veces, la funeraria y el hospital me han hecho entender que la obra es de Dios y no mía. El riesgo es adueñarse de esta obra cuando ya tiene un autor.  

Esto es un poco de la obra que Dios ha hecho en mi vida. No soy perfecto y aun tengo mucho que aprender pero puedo decir que soy feliz. Dios me ha llevado por caminos diferentes, pero todo con un propósito. Yo solo he confiado en Dios, y ten por seguro que no me ha defraudado. He estado en una búsqueda, y Dios se ha ido revelando en cada instante de mi vida y a través de cada experiencia. Estoy muy feliz por aquellas personas que ya han hecho un compromiso en su vida, y estoy mas que seguro que el aprendizaje continuará y Dios seguirá hablándoles. Sin embargo, llega un momento en que debemos de aceptar nuestra condición y nuestra historia. Cada uno tenemos historias diferentes. Si pudiera dar un consejo sería el siguiente: ¡Ama tu historia! No te dejes presionar e impresionar por la historia de otras personas. Dios te está ayudando a escribir la tuya, y mientras Dios este en ella, ten por seguro que estas caminando hacia la felicidad. Voltea hacia atrás y date cuenta de que Dios ha estado en todo, y nada es pérdida si tienes como anhelo conocer a Dios y vivir una vida en sintonía con Él. Deja que llegue una santa confusión que te lleve a invitar a Dios a tu mente y corazón para que juntos encuentren su plan divino. Al final vas a descubrir que Dios es toda felicidad. 

Dios te bendiga y ama tu historia. 




Comments

  1. Siempre que hay un grupo de personas habrán diferencias. Habemos algunos llamados al ministerio ordenado, pero hay diferentes ministerios. No es fácil para los laicos y laicas cuando en la Iglesia, las relaciones son más verticales que transversales.

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