La amabilidad trae alegría.


La angustia abate el corazón del hombre,pero una palabra amable lo alegra. Proverbios 12:25 

“Estoy cansado, y tengo muchas preocupaciones. Me siento angustiado, y no sé qué hacer.” Precisamente, el otro día me sentía un poco angustiado por algunos problemas, y solamente había preocupaciones en mi mente. Mientras me estaba arreglando para ir a trabajar, me preguntaba cómo iba a obtener palabras de aliento para los enfermos y proyectar el amor de Dios. Sinceramente, no me sentía con ánimos de sonreír. Sentía que yo también tenía que ser escuchado. Y así, en medio de ese abatimiento, partí para el hospital con la esperanza de obtener la energía necesaria para traer la palabra de Dios a los enfermos. Mi primera parada antes de comenzar mi trabajo fue la capilla del hospital. Comencé a hablar con Jesús, a exponerle mis sentimientos y pedir un poco de ánimo. Entonces, tomé la lista de los pacientes que me tocaba visitar, y regresé a la capilla. Mientras repasaba los nombres, trataba de imaginar cómo yo, preocupado y abatido, iba a entrar a un cuarto donde la esperanza se había puesto a prueba por la enfermedad. No me parecía buena combinación. Después de orar, me levanté  y emprendí camino al piso que tenía asignado, confiando en que Dios obraría.  

 ¡Y mi Dios obró! Yo que venía angustiado recibí alegría de aquella persona que tenía más problemas que yo. Después de presentarme con el paciente, recibí lo que necesitaba para alegrar mi corazón. “Yo sé que Dios lo iba a mandar, que no me iba a dejar sólo... ¡Gracias por venir!” – Estas fueron las palabras que me dieron la bienvenida. Me alegré al saber que alguien me esperaba. Yo que pensaba que no sería de beneficio, que estaba en un pésimo estado de ánimo, fui recibido con alegría. Esas palabras amables me brindaron lo que necesitaba para comenzar y terminar mi día con alegría. Con esto, eché fuera toda preocupación y todo abatimiento. Si alguien que está pasando por tanto sufrimiento pudo algegrar mi corazón con tanta amabilidad, cuánto más puedo hacer yo. Mis preocupaciones tienen solución, pero desafortunadamente la enfermedad de esta persona sería su causa de muerte. 

Realmente la angustia abate el corazón, pero una palabra amable puede sacar todo eso para llenarnos de alegría. Todos tenemos preocupaciones y problemas, y esto afecta nuestro funcionamiento diario. Sin embargo, una y otra vez, nuestro Dios nos sorprende. De la manera más inesperada, las palabras amables que recibimos o usamos son antídoto para la angustia. Si alguien pudo alegrar mi corazón, tú y yo podemos alegrar el corazón de los demás. Lo único que toma es amabilidad; en otras palabras, poseer la cualidad de amar un poco más nuestra vida para que así salgan palabras y gestos que dan alegría. Cuando unimos nuestra vida a la de Jesús, las palabras que usamos pueden traer mucha alegría simplemente porque donde está Él (Jesús), está la cualidad del amor. 

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